Sarasate...

Marzo 2013

Micromundo en el centro de Madrid. Universo de madera y cristal. Colores embotellados y luces de neón protegiendo la entrada a la cueva. Aire “puro”, tranquilo, estrellado, de la noche madrileña acaricia la piel mientras se pliegan las velas del  barco  a la deriva, por decisión propia, guiado a esas horas solamente casi por las megaluces del cartel publicitario que nos ampara con la sombra de su torre, esbelta y tan rara en su ubicación. Como el “Sarasate” en la suya.
Octubre. Noviembre. Enero. Abril. Agosto. Febrero. Junio…Voces, risas, broncas, ladridos, lametones, secretos. Miradas que se cruzan, conversaciones que enseñan. El casco de una moto sobre la máquina de tabaco, JB con coca-cola,  Lucas moviendo el rabo desde el  escalón, Knocnando con agua en vaso ancho, Passport soda o agua, depende del momento,  el mejor grifo de cerveza de la historia, el tablero de backgammon, Van Morrison eternamente y El País, también eterno, en el revistero, compañero inseparable de días de lluvia. Mañanas de domingo leyendo El Semanal acompañada por el olor a flores frescas y a café recién hecho en una vieja cafetera de esas que ya no se ven, de las que hacen un café que no se bebe, se “muerde” y que hace que te cruces medio Madrid por una taza. Y aperitivos de quintos y cañas, atendiendo a clientes que han dejado de ser clientes para ser amigos. Horas sentada al amparo del cenador, fumando despacio, contemplando el Retiro en otoño, en cualquier época del año. Bello. Bellísimo. Viendo desde una posición privilegiada como se acerca al trote Moni Penny o como Tango llega con la lengua de fuera, sediento y feliz porque sabe que aquí recibirá agua y carantoñas.
Noches. Muchas noches pasadas en ese recoveco de la ciudad, casi en su corazón. Hogar extraño y mágico. Y real. En el que es imposible no aprender cada día algo, porque un hada buena, de pelo blanco y verbo rápido, da lecciones de vida y literatura y recomienda a los grandes entre los grandes; y una princesa vintage y fashion, sonriente y enigmática, hermosa, te muestra la parte más cool de ti misma, y compartís un algo especial, sin nombre, que os une aún en el transcurso del tiempo y el silencio.  Y un contador de historias reales , cazador de imágenes, es quien lleva la batuta, al menos ésa que paga el alquiler a fin de mes y sube la persiana todos los días, o casi todos, ejem, ejem… No he puesto nombre alguno aún. Y aquí quiero empezar: Tino. Jefe, amigo, casi un padre…Y Cris, el hada del pelo blanco, aunque seguro que ella prefiere la denominación de bruja…Maribel, la mujer 4x4, princesa y guerrera, Marta, dulce y fuerte, sincera, de acero y miel, mi César querido, dios de los abrazos intensos y la frase precisa  en el momento preciso, el bueno y tierno Pancho, con sonrisa pícara que esconde una bondad que parece no querer reconocer, los Mendizabal, los hermanísimos: Juan, Ramón, Alvarito…¡cuánto aprendido y reído con ellos! Y cuanto calor recibido, calor del bueno, del se sabe que es de verdad…Carlos, Sonia, Sagrario, Natalia, Cholo, el duende loco del pelo rojo, alias Chechu, y el bueno de Juanito y su cabeza como un  balón de fútbol, llena de grandes planes y grandes jugadas, y el “Compul”, Andrés para los que no tienen tanta confianza, con su mirada azul y su voz rota por el tabaco y por la mucha charla, cientos de conversaciones en las que pocas veces llegábamos a un acuerdo pero de las que siempre aprendía algo, y Carlitos, el Novas, mi “niño”.  Su risa franca, su mirada llena siempre de chispitas a pesar del duro día,  sus poesías… Montse,  Carmen, Silvia, María …Y Lourdes, Lou, Lou. Sincera y única. Mujer 100% en estado puro: madre, esposa, compañera, amiga…alguien de la que no es posible olvidarse. Como pasa con todos y cada uno de ellos. Mi casa, mi segundo hogar, el sitio donde SOY yo, donde SOMOS nosotros. Puerto al que regresar porque sabes que perteneces por derecho propio.
Lugar idóneo para escribir, estudiar, aprender,  enamorarse, amar, volver, fortalecerse, reír y llorar, callar, escuchar, morirse y renacer… Recoveco, micromundo, el bar más pequeñito de Madrid, o eso al menos me ha dicho, universo de historias, de vidas engarzadas, conectadas por finísimos hilos invisibles y fuertes como los de las telas de araña. Madera y cristal. Olor a tabaco y a conversación. A vidas vividas de cara, apechugando las consecuencias, sean éstas cuales sean. Barco a la deriva en un  mar de cinco millones de almas. A la deriva, pero no perdido. El destino se sabe: el destino es el viaje en sí mismo. El camino. El día a día. El sobrevivir. Y, de nuevo, sobre eso, el Sarasate, como sus parroquianos, sabe de lo que le están hablando.
Muchos años, muchas noches, mucho, mucho, mucho….tanto todavía!


Bilbao, Junio de 2007.

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